Tengo quince años y no quiro morer

Titre original
  J'ai quinze ans et je ne veux pas mourir


© Ediciones Criterio
  Titre de la traduction Tengo quince años y no quiro morer
Editeur Ediciones Criterio
Lieu d'édition Buenos Aires, Argentine
Année de l'édition 1956
Année du copyright

1955 (Fayard)1956 pour la traduction espagnole (Criterio)

Langue Espagnol
Genre Autobiographie
Remarque Grand Prix Vérité 1954
 

Publisher's presentation

La acción de esta novela se desarrolla durante el sitio de Budapest, ya hacia el fin de la última guerra, cuando el frente del ejército alemán se resquebraja bajo la presión de las tropas rusas. La narración está a cargo de su protagonista, una muchacha que apenas ha salido de la niñez. El relato comienza en un sótano, donde han buscado refugio los habitantes del edificio. Temen al ejército alemán en retirada, pero sienten terror por los rusos que avanzan. Carecen de alimentos. La descripción de cómo el anhelo de un poco de pan blanco produce el desvanecimiento de la protagonista es una de las tantas anotaciones carentes de énfasis, pero atrozmente sencillas y patéticas de esta novela. Luego, la narradora, su padre y su mare consiguen fugar. Todo parece tan real como si el lector participara de la fuga. Se siente el endurecimiento de los guías, que ven en la evasión simplemente un negocio. Uno alcanza a comprender el soborno, como ley terriblemente humana de la guerra.La frontera está lejos. Uno sufre al no alcanzarla. Quizá no se la alcance nunca. Y de pronto, se cae junto con la protagonista y sus padres, exhaustos, del otro lado de la línea marginal, sin dinero, entragando lo único que uno tiene para pagar un café: el anillo de bodas de la madre, que ella se quita para dejar como preda de seguridad al camarero, mientras adivina ya que él negará conocerla el día que intente rescatarlo. Uno está vacío, al límite del desfallecimiento, y se pregunta con la protagonista, "si la vida tendrá un día piedad de mí, si consentirá que tenga una existencia que sea mía"?

© Ediciones Criterio et Christine Arnothy


© Christine Arnothy